El waterpolista ceutí Guillermo Molina está en el foco mediático en las semanas previas al inicio de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El capitán de la selección española de waterpolo está teniendo presencia en los medios de comunicación nacionales, como el diario 'Mundo Deportivo', que ofrece en la edición de este jueves una entrevistas con el caballa en la que reconoce que tras los Juegos de Río dejará la selección.
“Está decidido, después de Río dejaré la selección española. Ha sido un camino muy largo, muy duro pero también muy gratificante, y hay que saber decir basta. Tengo dos hijos pequeños y ellos son ahora mi prioridad. He pasado demasiados veranos concentrado y sin tiempo suficiente para dedicarlo a la gente que me rodea”, manifiesta en la entrevista Willy.
Molina tiene un pie en España y otro en Italia, donde reside desde hace tiempo. Lo que comenzó como una aventura cuando Manel Estiarte le fichó para el Pescara, ha acabado por convertirse en su casa. Brescia, Pro Recco, Florencia y de regreso a Brescia en un periplo que ha durado una década. Continuará jugando con el club lombardo “mientras sienta que puedo hacerlo y disfrute con ello, pero la selección me exige una serie de sacrificios que ahora siento que no estoy preparado para afrontar”.
Según recuerda David Llorens en 'Mundo Deportivo', sus tres experiencias olímpicas anteriores “han sido una pequeña gran colección de sinsabores, un Día de la Marmota que se repite una y otra vez pero sin ‘happy end’: cuartos de final, cruce con un equipo balcánico y derrota. Le sucedió en Atenas’2004 (9-7 para Serbia y Montenegro), en Pekín’2008 (9-5 para Serbia) y en Londres’2012 (11-9 para Montenegro)”. “No me lo recuerdes –dice Willy, mirando al suelo– es como tener siempre la misma pesadilla. Ojalá esta vez sea la buena”.
El colofón perfecto
Una medalla en Río sería el colofón perfecto, una especie de justicia poética para un jugador que tiene un oro, una plata y un bronce en Campeonatos del Mundo, un bronce en Campeonatos de Europa, una Champions League, dos Trofeos LEN y un puñado de Ligas y Copas tanto en España como en Italia. “Sí, es lo único que le falta a mi palmarés. Es algo de lo que soy muy consciente pero no quiero pensar en ello, me niego a hacer cuentas de la lechera. La mejor receta para el éxito es el trabajo pero también se necesita un punto de suerte, sobre todo en un torneo como el olímpico. Haremos lo primero y confiaremos en lo segundo, a ver adónde nos lleva”.
Para un deporte como el waterpolo unos JJ.OO. es el cénit, el único escenario donde se le presta verdadera atención. “Es EL sitio, no hay otro. En unos Juegos nos sentimos como top-models (risas) porque sólo se nos hace verdadero caso una vez cada cuatro años. Sabemos que esto no es fútbol y sabemos dónde estamos, pero que de vez en cuando te presten atención, te sientas protagonista de un gran público, no deja de ser bonito. Unos Juegos tienen algo de mágico, no hay nada comparable. El waterpolo tiene un programa largo y exigente y competimos desde el primer día hasta el último, no hay tiempo libre pero lo disfrutas igualmente, es un privilegio”. ¿Añoranza por adelantado? “Aún no, pero… Supongo que es algo que valoras más cuando te retiras y te detienes a contemplar lo que has dejado atrás. Hay deportistas que nunca han podido ir a unos Juegos y yo habré competido en cuatro. Es la hostia”.
La presencia del waterpolo masculino español en los Juegos es fija desde hace 40 años. La última vez que España estuvo ausente fue en Montreal’76. Y en esta ocasión la clasificación llegó a través de un Preolímpico verdaderamente agónico, con una inesperada derrota ante Holanda de entrada. Pese a todo, Willy nunca tuvo dudas. “Jamás me vi fuera, de verdad. Simplemente no era el día. Estábamos perdiendo y yo sólo podía preguntarme: ‘¿pero cómo es posible, con lo bien que estamos entrenando, que un equipo flojito nos esté ganando?’. Supimos rehacernos después, ante Alemania e Italia, y aquí estamos de nuevo”.
Molina está convencido de que España puede luchar por las medallas en Río. “Sé que estamos en el grupo que puede aspirar legítimamente a subir al podio. Otra cosa será lo que pueda suceder porque unos Juegos son impredecibles, siempre se producen sorpresas y resultados que nadie espera”.
España está en un grupo tremendamente complicado, con Estados Unidos, Montenegro, Italia, Croacia y Francia. Sólo hay un equipo relativamente asequible sobre el papel, el francés. De los cinco restantes, cuatro pasarán a cuartos y uno regresará a casa con la maleta llena de sueños rotos. España arrancará sin tregua, el primer día de JJ.OO., contra Italia, para continuar con EE.UU. y Croacia. “Es el calendario que tenemos y hay que asumirlo, aunque eso signifique que no podamos acudir a la ceremonia inaugural. Lo primero es lo primero y nuestra intención es competir. Sabemos que debemos ganar al menos uno de esos tres partidos para tener aspiraciones de meternos en cuartos”.
Con hambre
Molina ha visto desfilar unas cuantas generaciones de jugadores en sus 15 años como internacional. ¿Cómo valora la actual? “Más allá de hasta dónde lleguemos, se ha construido un grupo que tiene buen rollo, comprometido, con hambre y ganas de mejorar. Son buenos cimientos para edificar algo interesante sin olvidar que unos Juegos son el aquí y el ahora, el día a día, y que no existe el mañana si no lo construyes”.
Casualidad o no, los Juegos de Río, los últimos de Guillermo Molina, serán también los últimos de dos de los mitos más grandes de la historia olímpica, el nadador estadounidense Michael Phelps y el velocista jamaicano Usain Bolt. “No había caído, jajaja. Mira, siempre podré explicarles a mis hijos que Phelps, Bolt y un tío de Ceuta decidimos retirarnos el mismo día”.